NAVIDAD (de la Hoja dominical)
Navidad no es la fiesta del sentimentalismo, ni el resto de una tradición sin alma. Es hermoso que en casa haya un "belén" con el pesebre, los pastores y los magos, con el buey y la mula.
Pero celebrar la Navidad es más que eso: es quedar sobrecogidos de asombro ante el misterio de Dios infinito que se nos da en un recien nacido: es escuchar el llanto de ese Niño y, en su llanto, escuchar el de tantos hermanos suyos ignorados, despreciados, escarnecidos. Pero para eso se necesita, como nos recuerda el Evangelio de este último domingo de Adviento, una honda capacidad de asombro.
Navidad no es la fiesta del sentimentalismo, ni el resto de una tradición sin alma. Es hermoso que en casa haya un "belén" con el pesebre, los pastores y los magos, con el buey y la mula.
Pero celebrar la Navidad es más que eso: es quedar sobrecogidos de asombro ante el misterio de Dios infinito que se nos da en un recien nacido: es escuchar el llanto de ese Niño y, en su llanto, escuchar el de tantos hermanos suyos ignorados, despreciados, escarnecidos. Pero para eso se necesita, como nos recuerda el Evangelio de este último domingo de Adviento, una honda capacidad de asombro.
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