viernes, 22 de marzo de 2013

LAS OBRAS DE MI PADRE


El escándalo que Jesús provoca en sus oyentes llega ya a cotas inimaginables. Deciden apedrearlo no tanto por sus pretensiones mesiánicas, sino por flasfemo. Acaba de proclamar que es uno como el Padre; comprensible, pués, la relación. Jesús, con la autoridad que le confiere la inocencia y la rectitud, se limita a preguntarles que cual de sus obras realizadas en nombre de su Padre es la causa de su aversión hacia Ël. Está intentando llevarles al razonamiento. No son obras suyas, sino de su Padre, y estas testifican a su favor. Va más allá: Podeis no creer en mi, más no podeis ignorar las obras que mi Padre ha puesto en mis manos. Vano intento, es evidente que fanatismo y verdad nunca han hecho ni harán buen maridaje.
 

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